jueves, 29 de abril de 2010

Abeja blanca zumbas --ebria de miel-- en mi alma

Abeja blanca zumbas --ebria de miel-- en mi alma
y te tuerces en lentas espirales de humo.



Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.



Ultima amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres la última rosa.



Ah silenciosa!


Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.



Tienes ojos profundos donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.



Se parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra.



Ah silenciosa!


He aquí la soledad de donde estás ausente.
Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas.



El agua anda descalza por las calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas.



Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.



Ah silenciosa!






Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

Pablo Neruda

viernes, 23 de abril de 2010

jueves, 22 de abril de 2010

Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes

Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
a tus ojos oceánicos.



Allí se estira y arde en la más alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago.



Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.



Sólo guardas tinieblas, hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto.



Inclinado en las tardes echo mis tristes redes
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos.



Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas
que centellean como mi alma cuando te amo.



Galopa la noche en su yegua sombría
desparramando espigas azules sobre el campo. 









Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

Pablo Neruda

jueves, 15 de abril de 2010

Te recuerdo como eras en el último otoño

Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.

   
Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.

  
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.

  
Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma. 

  




Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
  
Pablo Neruda

miércoles, 14 de abril de 2010

jueves, 8 de abril de 2010

Para que tú me oigas

Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.



Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.



Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.



Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.



Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.



Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.



Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.



El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.



Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Amame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.



Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.



Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas. 








Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

Pablo Neruda

miércoles, 7 de abril de 2010

lunes, 5 de abril de 2010

jueves, 1 de abril de 2010

Es la mañana llena de tempestad

Es la mañana llena de tempestad
en el corazón del verano.



Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes,
el viento las sacude con sus viajeras manos.



Innumerable corazón del viento
latiendo sobre nuestro silencio enamorado.



Zumbando entre los árboles, orquestal y divino,
como una lengua llena de guerras y de cantos.



Viento que lleva en rápido robo la hojarasca
y desvía las flechas latientes de los pájaros.



Viento que la derriba en ola sin espuma
y sustancia sin peso, y fuegos inclinados.



Se rompe y se sumerge su volumen de besos
combatido en la puerta del viento del verano. 







Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

Pablo Neruda